
Adán Salgado Andrade (especial para ARGENPRESS.info)
En  este caso, la industria de los alimentos, tanto los procesados, como  los, digamos, “naturales”, está tan controlada, que sólo un puñado de  gigantescas compañías controlan a nivel mundial la producción y  distribución de lo que nos comemos, las cuales esconden celosamente  muchos hechos que mostrarían cuan dañinos son a la salud la mayoría de  los productos que prácticamente “fabrican”, como si fueran televisiones o  cámaras. Contraviniendo esa tendencia mediática, presencié hace poco un  notable trabajo que muestra las terribles verdades que, como dije, nos  oculta justo la “industria de la alimentación”. Me refiero a la cinta  “Comida S A” (Food Inc. título en inglés), controvertido documental del  realizador Robert Kenner, que ha sido muy polémica, tanto por lo que en  ella muestra, como porque ha sido blanco de fuertes críticas, sobre todo  por parte de las corporaciones agroalimentarias que allí se exponen y  critican. Ya había un antecedente que también criticaba el tipo de dieta  a que dichas corporaciones nos han tratado de acostumbrar, con mucho  éxito, por desgracia. Se trata de “Superengórdame” (Super size me!,  título en inglés), documental en el que su realizador, Morgan Spurlock,  se somete a una infame dieta durante seis meses de fast food  (hamburguesas, hot dogs, pollo frito, papas fritas, refrescos)  elaboradas por corporaciones tales como McDonald’s, KFC, Burger King…  que casi le provoca un infarto por el altísimo nivel de colesterol que  contenía su sangre y de otras tóxicas sustancias que tanta descontrolada  ingesta de grasas saturadas y carbohidratos, principales componentes de  la “comida rápida”, había saturado su organismo.
Spurlock  muestra muy convincentemente cómo las grandes corporaciones manipulan  la información de las etiquetas del contenido nutrimental para mostrar  que sus productos son “muy saludables”, cuando la realidad es que la así  llamada dieta occidental está aumentando dramáticamente los porcentajes  de personas obesas, de desnutrición, de problemas cardiovasculares, de  ataques al corazón y, muy especialmente, de diabetes, ya que en Estados  Unidos, las personas nacidas a partir del 2002, una de cada tres,  contraerá algún tipo de diabetes en alguna etapa de su vida, en tanto  que entre las llamadas “minorías raciales” estadounidenses, la tendencia  será de dos por cada tres.
Esas cifras dan  idea de los dramáticos problemas de salud que se enfrentarán no sólo  allí, sino en todo el mundo, de seguir consintiendo los dóciles  gobiernos el que las corporaciones agroindustriales y alimenticias sigan  haciendo de las suyas (en México, a pesar de que recientemente se  cuestionó la venta de productos chatarra en las escuelas, causantes de  gordura y diabetes entre los niños, como refrescos y golosinas  endulzadas con alto contenido de fructuosa de maíz, sustancia que en  altos niveles ocasiona, además, huesos quebradizos, frituras de maíz o  de trigo, pastelillos super endulzados… al final las empresas que los  distribuyen, tales como Coca-Cola, Bimbo, Pepsi-Cola, General Foods…  ganaron la batalla legal, alegando que no es lo mismo el contenido  calorífico de lo que se vende que la masa calórica… o sea, que eso es  porque los niños comen más de una bolsa de, digamos, papas fritas, y que  por eso engordaban y tenían problemas de salud. O sea, emplearon el  estúpido argumento de que “poco veneno no mata”).
Y  si de alguna manera el documental de Spurlock da una mediana idea del  poder de las corporaciones y de las condiciones físicas por las cuales  son preparados los alimentos que se comercializan casi por todos lados,  el trabajo de Kenner es más específico justamente en la forma en que la  producción agroalimentaria se ha convertido prácticamente en una  industria en serie, en la cual sistemas fordistas de producción se  emplean para “fabricar” millones de toneladas diariamente de productos  cárnicos, cereales y vegetales y que muchos no cumplen con los  estándares sanitarios requeridos debido, justamente, a la velocidad con  que deben de ser obtenidos y puestos en el mercado… sobre todo en los  anaqueles de tiendas de autoservicio, como Wal-Mart, muy aparentemente  limpios y saludables, sin que el consumidor realmente sepa lo que muchas  veces hay detrás de ese, por ejemplo, “higiénicamente” empaquetado  kilogramo de bisteces de res o de puerco o cortes de pollo.
De  hecho, así abre la cinta, con un recorrido por la sección de carnes y  lácticos de un supermercado cualquiera… el que puede ser el que tengamos  a unas cuantas calles de nuestro hogar.
Pero  enseguida saltan a la pantalla escenas de una “fábrica” de gallinas,  perteneciente al conglomerado Perdue Farms, en donde pollitos son  maltratados duramente al pasar por bandas sin fin, cual si fueran  muñecos de peluche, y con rudeza trabajadores los van manipulando para  certificar que sólo los “perfectos” salgan de las bandas hacia las  granjas subcontratadas por la empresa (escenas similares también se  habían mostrado ya en el documental “Baraka”, producido por el  estadounidense Ron Fricke en el año de 1992, que no fue exhibido en  México, sino hasta una muestra cinematográfica del 2003). Esos polluelos  son luego llevados a dichas granjas, en las cuales, bajo insalubres  condiciones, se hacinan a cientos de aves en gallineros totalmente  cerrados (dice la empresa que así se garantiza un mejor “crecimiento” de  las pobres aves), alimentándolas con comida enriquecida llena de muchas  hormonas y carbohidratos, con tal de que las aves crezcan lo antes  posible. Así, se logra en unos 52 días que cada ave tenga un crecimiento  mayor al que es el normal, que requiere de unos 72 días. Cada gallina, a  pesar del menor número de días de engorda, pesa casi 40% más. Así, las  aves resultantes son gordos fenómenos, muchos de los cuales,  difícilmente pueden sostenerse de pie, mucho menos aletear. Pero además  las condiciones, como dije, son totalmente insalubres, pues las aves  deben de respirar en un ambiente cerrado, inhalando el olor del  engordante alimento, combinado con sus excrementos y todo lo que implica  ser tratadas como objetos inanimados, y no como seres vivos. Según la  única persona que se atrevió a dar su testimonio para el documental, la  granjera Carole Morison, es tal el hacinamiento, que diariamente debe de  recoger de diez a quince pollos muertos por sofocación y otros  problemas y enfermedades provocados por crecer en ese ambiente saturado e  insalubre (además Morison declaró que la empresa ha implementado una  muy desventajosa “estrategia de negocios”, bajo la cual, además de estar  permanentemente endeudados los granjeros que firman contratos para  engordar gallinas con Perdue, obtienen magras ganancias en relación al  crédito invertido. A todos se les obliga a cumplir con una cuota de  producción, por debajo de la cual, se les paga menos o se les rescinde  el contrato. También se les obliga constantemente a realizar “mejoras”, a  costa, claro, del bolsillo de los granjeros, y si no las hacen, también  es pretexto para terminación de contrato. En un testimonio de Morison  dirigido al procurador general de justicia de Estados Unidos y al  procurador del Departamento de Agricultura, fechado el 30 de diciembre  de 2009, denuncia que Perdue le exigía unas “mejoras” por $150,000  dólares que, además de aumentar su ya abultada deuda, no se  justificaban, ni elevarían la producción de la granja de ella, y por  rehusarse, la empresa finiquitó el contrato, dejando a la granjera a su  suerte, con deudas, infraestructura que ya no habrá de emplear y todo lo  que ello implique. Se da como ejemplo en la cinta que alguien que se  endeuda con 500,000 dólares en un año, apenas ganará ridículos 18,000  dólares, menos del 4% del préstamo invertido).
Pero  esa masiva producción de aves, como dije, obedece a la imposición de la  dieta occidental, que exige millones de ellas para ser sacrificadas y  llenar los anaqueles de supermercados, de franquicias de fast food de  pollo frito, hamburguesas… Perdue Farms tiene ventas anuales superiores a  los 4600 millones de dólares (mdd), lo que significa que debe de  procesar millones de pollos en canal para satisfacer a una hambrienta  sociedad a la que cada vez se habitúa más a la mencionada dieta  occidental. Eso son casi treinta millones de kilogramos de aves muertas  ¡listas para cocinar! (está en tercer lugar, luego de Pilgrim’s Pride,  segundo sitio, que produce 73.9 millones de kilogramos anualmente, y de  Tyson, primer lugar en la producción de pollos para cocinar, quien  procesa más de 74 millones de kilogramos por año).
Y  lo mismo sucede con otros animales, tales como reses o cerdos, a los  que las prácticas de “industrializar y serializar” su producción,  también tratan como inanimadas mercancías a las que se sacrifica sin el  más mínimo remordimiento y luego se procesa para su pronta venta. Una  escena verdaderamente gore, es la que una cámara escondida en un anónimo  trabajador que aceptó participar en el filme, se presenta y que toma  lugar en el mayor rastro del mundo, el perteneciente a la empresa  Smithfield Foods, ubicado en Tar Heel, en el estado de Carolina del  Norte, el mayor matadero de reses en el mundo (Smithfield tiene ventas  anuales por 11,000 mdd, posee 51,000 trabajadores por todo el mundo,  opera en nueve países y produce anualmente casi 1500 millones de  kilogramos de carne de cerdo y 700 millones de kilogramos de carne de  res).
Como se deben de procesar unas ¡dos mil  reses por hora!, ya no se toma esa empresa la tarea de sacrificarlas  individualmente con, por ejemplo, una pistola eléctrica aplicada a la  nuca del animal, sino que se meten varias reses en una especie de cámara  de torturas en donde se cierran las puertas y ejercen una brutal  presión sobre los indefensos animales, quienes mueren en cuestión de  segundos por compresión de sus cuerpos (realmente es una escena que  crispa). Luego de unos instantes, las asesinas compuertas son separadas y  asesinados animales van cayendo inermes sobre un piso lleno de su  sangre y sus orines, expulsados por el miedo que experimentan en los  pocos segundos que están muriendo. Y ya luego los casi 4000 empleados  con que cuenta la planta se encargan de limpiar y desollar a las reses  para hacer de ellas canales que se empacarán como distintos productos  cárnicos o se venderán a otras empacadoras. También, como Perdue,  Smithfiled subcontrata granjas que crían y engordan muy rápidamente a  los animales (tanto reses como cerdos son procesados por la empresa),  bajo condiciones en extremo insalubres, conviviendo todo el tiempo con  sus heces, sus orines, comida putrefacta y lodosa, agua estancada… que  han dado lugar a la generación de parásitos, tales como el E-Coli  0157-H7, una variedad del parásito entérico escherichia coli, que  provoca hemorragias intestinales y daños renales, sobre todo en niños y  adultos mayores, más sensibles a sus dañinos efectos. Lo peor es que  como se les administran a los animales varios antibióticos supuestamente  para combatir posibles enfermedades, esa cepa de E-Coli ya ha adquirido  inmunidad casi a todos los antibióticos conocidos.
Como  reses o cerdos son procesados tan rápidamente, ni siquiera se les lava a  muchos y así se van al matadero en donde se les recibe con mugre, lodo,  heces y todo en sus pieles, lo que va contaminando severamente las  instalaciones de los rastros, así como, en consecuencia, a la carne  empacada “higiénicamente”. Pero además, no sólo se van las infecciones y  los parásitos en la carne empacada, sino que también las granjas en  donde se crían a los millones de animales que se procesan cada año  (denominadas muy convenientemente CAFOS, Confined Animal Feeding  Operations), se han convertido en verdaderos focos de infección. Texas,  por ejemplo, la tierra del fallido George Bush, que es en donde abundan  los CAFOS, se ha transformado en esos sitios en una enorme cloaca, en  donde los acuíferos locales están tan contaminados con heces animales,  que más de 50,000 partículas coliformes, e incluso millones, son  contenidas por cada 100 milímetros del vital líquido. Alrededor de ¡127  millones de toneladas de estiércol son producidas anualmente en Texas!,  lo que da un promedio por tejano de 18 kilogramos de heces de vacas o  cerdos… muy duro record, ¿no creen? (simultáneamente publico otro  artículo titulado “Fabricas de animales, enfermedades en serie”, en el  cual comento otros de los graves riesgos que conlleva el manejo  industrial de los animales).
En México, para  variar, resulta que Smithfield tiene establecidas varias granjas para  cría de animales, bajo la razón social “Granjas Carrol”, las cuales  tuvieron que ver algo con la sobre exagerada epidemia de influenza que  el año pasado, 2009, se presentó en el país (de acuerdo con mis  investigaciones periodísticas, más que las causantes de la influenza  porcina, como al principio se le llamó a dicha enfermedad, esas granjas  lo que sí mostraron era que por tantos antibióticos administrados a los  cerdos para “combatir” infecciones, habían sólo logrado que cepas muy  resistentes a infinidad de antibióticos y sustancias químicas, como el  MARS, se esparcieran junto con la carne de los cerdos, así como con la  contaminación de las tierras y los acuíferos locales debido a la masiva  producción de animales. Ver mi artículo “Detrás de la influenza: grandes  ganancias y las superbacterias).  
Pero por si  fuera poco, se comete otra infamia más en ese rastro. Resulta que la  empresa contrata a decenas de ilegales, muchas veces, los únicos  trabajadores que se atreven a laborar en condiciones tan insalubres y  peligrosas, sobre todo cuando tienen que ver con la serie de cortes que  son practicados a los cadáveres de los animales. A todos se les infectan  las uñas, como consecuencia de que deben de tratar a animales sucios,  con heces y lodo impregnado de millones de bacterias, además de otras  enfermedades de la piel, intestinales y respiratorias y algunos se  mutilan dedos o se provocan heridas graves en manos o brazos. Pero como  la empresa pretende mostrar que actúa legalmente, conforme a las leyes  de inmigración, de tanto en tanto, aparenta “denunciar” a trabajadores  indocumentados. Y en efecto así lo hace, pero sólo a unos cuantos. Como  tiene habitaciones para sus empleados, cuando llega la policía  migratoria, sólo le señala una o dos de dichas habitaciones, en donde  hay durmiendo algunos indocumentados, pero nada más, pues pareciera que  se cumple con una cuota, con tal de aparentar, como dije, “legalidad”,  que la empresa no emplea a ilegales y los denuncia si llegan a sus  instalaciones. Normalmente se deshace de aquellos trabajadores a los que  les debe varias semanas de sueldo o a los que sufren de alguna  enfermedad y ya no son tan productivos. A ese nivel de bajeza y falta de  escrúpulos llegan tales corporaciones, con tal de ahorrarse varios  dólares o tener por algunos días trabajadores, sin pagarles, a los que  luego se denuncia, con tal de ahorrarse sus salarios (eso es lo que ha  permitido el que no se cuente todavía con una ley para legalizar a los  inmigrantes, que evite injusticias como las mencionadas o que se les  persiga como criminales, como se va proceder cuando entre en acción la  ley anti-inmigrantes del racista estado de Arizona).
Otras  acaparadoras agroindustrias son mencionadas igualmente. Cargill,  Conagra, Monsanto y Tyson, también ocupan un destacable lugar como las  corporaciones que controlan más del 80% del mercado mundial de la  producción de productos agroindustriales, así como de alimentos  procesados.
Por ejemplo las ventas de Conagra  Foods, gigante estadounidense de alimentos procesados, durante el 2009  ascendieron a la nada despreciable suma de 12731 mdd, que le  proporcionaron ganancias brutas por 2841 mdd. O sea que, muy a pesar de  la presente crisis, le ha ido muy bien a esta compañía, sobre todo por  el encarecimiento de los alimentos que desde hace dos años también está  afectando a la economía mundial (los corredores de bolsa, que son los  expertos en aconsejar a la gente en dónde invertir y en dónde no,  recomiendan muy encarecidamente comprar acciones de las corporaciones  alimentarias, pues son las que más dividendos están dejando).
Además  Conagra tiene negocios extras, simulados como “obras filantrópicas o  “fundaciones”. Tiene una fundación cuyo lema es “Nutrámonos hoy para  florecer mañana”, según se puede leer en su sitio oficial  (conagrafoods.com), la cual, como se sabe, es un excelente modo de  deducir impuestos a través de supuestos programas filantrópicos, además  de una velada manera de aumentar las ventas de sus productos, muchos de  los cuales se harán pasar como adecuadas alternativas nutricionales para  las personas hambrientas. Sólo por ilustrar su estrategia publicitaria,  más que campaña filantrópica, se jacta la empresa de que durante varios  años ha donado comida nutritiva a personas hambrientas, pero lo ha  hecho con sus productos más conocidos como Snack Pack, que es un muy  azucarado pudín, Peter Pan, que no es más que química crema de  cacahuate, Healthy Choice, una línea de supuesta “nutritiva” comida  procesada, como pastas de sabores, Marie Callender, también línea de  alimentos congelados, muy vastos en harinas y calorías, Orville  Redenbacher, que son engordantes frituras, Hunts, que es su línea de muy  procesados purés y salsas de jitomate, Chef Boyardee, que son pastas  enlatadas o para “cocinarse” en horno de microondas, Ro*Tel, que son  jitomates picados y procesados que, asegura la empresa, “son mejores que  jitomates naturales”, ¡háganme favor!, David, que son simples pepitas  empacadas o Egg Beaters, que son huevos procesados -de hecho, este  producto en particular se creó para que se pudieran aprovechar tantos  huevos que se quiebran durante su empaque y manejo-, que nada más se  destapa el envase, se vierten en el sartén y listo, nada de molestos  cascarones, además de que, también presume la empresa, no contienen el  colesterol ni la grasa de las yemas de huevo naturales -lo cual es  mentira, pues recientes estudios han demostrado que el huevo contiene  bajos niveles de colesterol-, pero se cuida de decir la cantidad de  sustancias químicas que ese y todos sus productos chatarra y fast food  contienen. Así, más que caritativas donaciones, sus campañas en realidad  pueden verse como estrategias publicitarias para aumentar sus ventas.  Incluso no siempre dona, sino que a veces se ofrecen “nutritivos  paquetes” a los niños en sus escuelas a muy “módicos precios”.
Tyson  Foods Inc. es otra de las empresas mostradas en la cinta, la cual  también es un gigante de los alimentos “naturales” y semiprocesados, la  cual en el año 2009 tuvo ventas por nada menos que 26700 millones de  dólares. Esta compañía estadounidense que tiene sus cuarteles generales  en Springdale, Arkansas, es la segunda compañía más grande productora de  alimentos en el mundo, la mayor procesadora de carne y una de las 100  mayores empresas de Estados Unidos, de acuerdo con la revista Fortune  (esta elitista publicación se encarga de promocionar la fama de las  mayores corporaciones y empresas del mundo. Pero no sólo eso, sino  también resalta a los hombres más ricos, y este año y el pasado ha  colocado al capo caro Quintero como uno de esos millonarios, con mil  millones de dólares de ¿¡bien ganada!? fortuna).
Tyson  cuenta con 107000 empleados en más de 300 filiales que posee en todo el  mundo. Vende cortes de carne de res, cerdo y pollo a supermercados y  minoristas, a distribuidores de alimentos procesados y a múltiples  cadenas de compañías de la llamada comida rápida (fast food), tales como  KFC, Taco Bell, Mc Donald’s, Burger King, Wendy’s, Wal-Mart, Coger,  Costco, IGA, Beef’s O’Brady’s, entre muchas otras. Pero también procesa  alimentos y cuenta con una gran variedad de productos de cárnicos ya  elaborados que “sólo tiene que calentarse en el microondas”. Y por si  fuera poco es la compañía que surte a todas las prisiones en Estados  Unidos, país en donde es un gran negocio la custodia de prisioneros para  las cárceles, la mayoría de las cuales son ya privadas. Se calcula que  el número de internos crece a razón de 13% anualmente, así que tener a  un delincuente en la cárcel es muy lucrativo pues el gobierno paga en  promedio 30,000 dólares por año por cada uno (es mucho más caro que  tener a un niño en la escuela, pues éste cuesta 3000 dólares solamente,  pero no le parece tan importante eso a los estadounidenses, quienes han  preferido que crezcan el número de cárceles en relación con las  escuelas. Pew Charitable Trusts, organización no gubernamental, estima  que el crecimiento del negocio de las prisiones privadas entre el 2006 y  el 2011 les costará en impuestos a los estadounidenses alrededor de  27500 mdd, así que a Tyson también le seguirá yendo muy bien en ese  rubro).
Esta masiva entrega de productos  cárnicos implica también una producción masiva. Cada semana, sus 54  plantas procesadoras de pollos establecidas en Estados Unidos procesan  42.5 millones de gallinas, las 13 que procesan ganado, matan 171000  reses y las 6 que producen carne de cerdo, matan casi 348000 marranos,  así que se requieren también prácticas industriales para ello. Y al  igual que las formas tan inhumanas de criar pollos que practica la  empresa Perdue Farms mencionada arriba, Tyson obliga a los granjeros que  le quieren entrar a ese negocio a hacinar en gallineros de 12 metros  por 120 metros a 24,000 aves, las que permanecen a obscuras en un  espacio de 0.065 metros cuadrados, suficiente para que quepan sentadas  sobre su propio excremento durante siete a ocho semanas (el excremento  sólo se limpia cada 18 meses). A diario de 10 a 15 pollos mueren tanto  de asfixia, como porque son atacados por otras aves. Obviamente que  tales granjas son una fuente constante de contaminación fecal y otros  contaminantes que ensucian gravemente tierras, ríos y acuíferos.
Sin  embargo, de las varias veces que Tyson ha sido demandada, en realidad  pocas veces han surtido acción legal dichas demandas, lo que prueba que  tan consecuente es el gobierno con sus grandes empresas, a pesar de que  sus prácticas dañen el medio ambiente u ocasionen otros problemas. Y al  igual que Smithfield, Tyson contrata muchísimos ilegales, a los cuales  les paga en promedio 30% menos salario que a los trabajadores legales,  además de que les ofrece menos o ninguna prestación (esto demuestra  hasta qué nivel le son útiles a la economía estadounidense los tan  vilipendiados ilegales, que al seguir siendo tan estigmatizados y  perseguidos, lo único que se consigue es que sean cada vez más baratos y  dóciles).
Cargill sale también a relucir en la  cinta de Food Inc., pues además de que igualmente practica la, digamos,  fabricación de animales, como Tyson o Perdue, sus monopolizadoras  estrategias han logrado que acapare alrededor de un tercio de la  comercialización mundial de granos. Tan es así, que a partir del año  2008, que han comenzado a subir vertiginosamente los precios de los  alimentos, dicha empresa ha visto multiplicarse en muy buenos  porcentajes sus ganancias. Sobre todo le está entrando al gran negocio  que son los llamados biocombustibles, una insensatez tecnológica, ya que  se están empleando alimentos, como maíz o soja, para producir nada  menos que combustibles para los engullidores autos, en vista de que los  combustibles fósiles están acabándose cada vez más rápido de lo que se  pensaba. Y eso, el que buena parte de cereales producidos en el mundo se  vayan a dedicar a hacer gasolinas, en parte explica por qué han subido  tanto sus precios y seguirán haciéndolo. La otra razón es que pocas  empresas, justo como las que aquí mencionamos, con sus acaparadoras  prácticas controlan a su libre albedrío el precio de los alimentos en  todo el mundo, digamos que al hambrearnos, nos dejan a su merced (Ver mi  artículo: Biocombustibles, imposición transgénica, no alternativa  ecológica). Los ingresos de Cargill dan una buena idea del poder que  tiene esa empresa: sus ventas en el año 2009 se estiman en $116,600 mdd,  de los cuales obtuvo ganancias netas por $3300 mdd (2.83%, muy baja  tasa de ganancia, tendencia que en general presenta el capitalismo  salvaje, de que a pesar de sus monopolios y acaparamientos, no logra  revertir esa decreciente situación). Es responsable del 25% de las  exportaciones estadounidenses de granos, cuenta con 160,000 empleados en  1100 instalaciones ubicadas en 67 países y produce el 22% de la carne  consumida en Estados Unidos. Sus plantas en Argentina son las mayores  exportadoras de carne de res que cualquier otra, al igual que sus  plantas en Tailandia, que son las que más exportan pollo. Y por si fuera  poco, todos los restaurantes de Mc Donald’s emplean huevos producidos  por Cargill. La empresa ha resultado siempre ser muy oportunista, sin  importar que viole ciertas éticas de conducta o comportamiento. Como  dije antes, se ha beneficiado bastante del control que tiene sobre buena  parte de la producción de granos en todo el mundo para controlar y  subir los precios a su antojo. Y en su historia, así lo ha hecho. Por  ejemplo, durante la primera guerra mundial, sus ganancias subieron  constantemente durante los cuatro años del conflicto, ya que era  prácticamente la única compañía que seguía surtiendo alimentos. Lo mismo  hizo durante la segunda guerra mundial, cuando tuvo contratos  exclusivos con la marina estadounidense, para surtirle la alimentación  de sus tropas, además de que también le construyó barcos (sí, hasta en  esos negocios se metió, con tal de ganar mucho). Pero acorde con su  arrogancia (como es una empresa familiar, el despotismo con que se  comportan sus dueños, también se manifiesta en sus prácticas  empresariales), manifestó su desacuerdo con la cinta, sobre todo  expresando que si todos los alimentos se obtuvieran orgánicamente, se  requerirían el triple de tierras de las que actualmente se emplean para  fabricar alimentos.  
Otra compañía en la cual  se hace mucho énfasis, además de que se demuestra el poder tan enorme  que tiene tanto económica, como política y judicialmente, es Monsanto,  la cual produce cultivos transgénicos, o sea, que son plantas  modificadas desde sus genes, introduciéndoles materiales genéticos de  otros organismos, con tal de proporcionarles, dice la compañía,  “mejoras” (¡esto es jugar a ser un Dios!). En particular, uno de sus  cultivos, la soja transgénica bautizada como Roundup Ready, es la que  prácticamente se siembra en todos los Estados Unidos, desplazando a la  natural, debido justo a las prácticas monopólicas que dicha corporación  ejerce, en muy alegre contubernio con el gobierno (pero además el  monocultivo a gran escala de esa soja transgénica implica fuertes daños  ambientales, ya que se usan millones de litros de glifosato, el muy  tóxico herbicida que se le aplica a dicha soja, el que además de estar  contaminando tierras, ríos y acuíferos en gran escala, está haciendo  resistentes a malezas que ya no se matan con dicho veneno y entonces la  “solución” para Monsanto es “crear” otra nueva soja transgénica, pero  ahora “resistente” al dicamba, sustancia aún mucho más tóxica que el  mencionado glifosato. Ese grave problema ya está sucediendo en  Argentina, en donde casi el 100% de la soja cultivada es la de  Monsanto).
En alusión al gran poder de  Monsanto, se da cuenta en la cinta de un juicio que la empresa emprendió  contra un granjero, Maurice Parr, quien poseía una de las únicas seis  máquinas que quedan en ese país para limpiar granos, quien justamente  limpiaba los granos de los granjeros que sembraban la soja transgénica.  Como la compañía alegó que “su” soja transgénica “está patentada” (como  si hubiera sido una cámara fotográfica, por ejemplo, en lo que valdría  preguntarse, ¿¡de cuándo acá el simple hombre puede inventar y patentar a  la naturaleza!?), se le obligó al pobre granjero a desistir de sus  “criminales prácticas” de limpiar la semilla de la soja transgénica, so  pena de cobrarle altísima multa y mandarlo a la cárcel (eso hizo con un  pobre granjero canadiense, cuyos cultivos se contaminaron  accidentalmente con maíz transgénico de Monsanto, en un caso que la  empresa sigue alegando que el hombre lo había hecho a propósito). Lo  peor de todo, se queja el granjero en una parte, es que la empresa sabía  todo sobre él, a quiénes les limpiaba la semilla, cuánto les cobraba,  dónde vivía él, cuánto valía su máquina, qué compraba… ¡sí, el poder de  esas grandes corporaciones, con la ayuda del gobierno, claro, es  ilimitado!  
Y, bueno, el daño tan enorme que  ha provocado, y seguirá provocando, la industria alimentaria en Estados  Unidos y en todo el mundo con sus industrializadoras, monopolistas  prácticas, tanto al medio ambiente, así como a la economía, el  metabolismo de las plantas y animales que “fabrica” y al medio ambiente  también se traduce, como dije antes, en un grave daño a la salud, debido  a las alteraciones fisiológicas que induce tan descontrolada ingesta de  carbohidratos y grasas saturadas.
En la cinta  se evidencia dicha situación cuando una parte se concentra en mostrar a  una familia de migrantes, padre, madre y dos hijos, que ganan lo  suficiente para irla llevando, o sea, apenas subsisten con los magros  sueldos que reciben. Absorbidos por sus tareas y ocupaciones, al final  de la jornada, acuden a una sucursal de comida rápida, en la que compran  seis paquetes de hamburguesas con papas y un refresco de más de dos  litros por menos de diez dólares todo y esa es su comida de casi todos  los días. La madre es entrevistada y se queja de que su marido es  diabético y debería de seguir una dieta de alimentos saludables (no  engordantes, pues), además de que tiene que tomar un par de costosos  medicamentos, pero que con lo que ganan, pues no pueden darse el lujo de  comprar alimentos naturales, como vegetales frescos, ya que si van al  supermercado a adquirir una lechuga, por ejemplo, ésta vale casi siete  dólares, poco menos de lo que les cuestan las hamburguesas y el refresco  mencionados antes. Y como sus medicamentos le cuestan uno 170 dólares y  el otro más o menos lo mismo, la mujer lamenta que no puedan hacer a  veces ninguna de las dos cosas, o sea, ni comprar medicina o seguir la  dieta y que ello tenga la consecuencia de que su marido pueda empeorar  en su salud, que se quede ciego y no pudiera seguir trabajando como  chofer, que es a lo que se dedica.
Como ese  caso, hay millones, no sólo en Estados Unidos, sino por todo el mundo,  que la engordante, poco nutritiva dieta occidental ha ocasionado, pero  es algo que a las grandes corporaciones “alimentarias” las tiene sin  cuidado. Seguirán matando y procesando millones de animales (pollos,  cerdos y reses) y cultivando millones de toneladas de granos y uno que  otro tubérculo (maíz, trigo, soja, papa) a diario, guiadas por un lema  que podría ser: “al mundo engordemos, enfermemos y contaminemos y de las  consecuencias no nos preocupemos”.
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