Hernando
Vanegas Toloza/ http://smarta-dolor-institutet.blogspot.se/.
Hacía yo
una práctica para buscar mi servicio rural y después de dos meses comencé a
atender pacientes. Atendía medicina general en la mañana –yo soy anestesiólogo-
y por la tarde daba tratamiento de dolor crónico benigno.
Una paciente de
94 años llegó a mi consultorio una tarde. Ella venía prácticamente cargada por
su hija y quejándose de fuertes dolores en la espalda y en las nalgas y
muslos; casi no podía moverse y cuando lo hacía sufría mucho. El dolor la
atormentaba hacía ya muchos meses y venía para que le hiciera terapia neural ya
que se había corrido la voz en el pueblo que yo atendía pacientes con dolor. Le
hice la historia clínica, la examiné y les expliqué lo que significaba la
terapia neural, uno de los tratamientos que yo instauraba. Ella y su hija
aceptaron.
Yo la acosté en
la camilla y ella sentía mucho dolor. Su cuerpito estaba todo encorvado y
además el dolor se le irradiaba por la cara posterior de los muslos. La señora
lloraba y sus ayes eran lastimeros, tan lastimeros que yo mismo sentía dolor y
aprehensión. Le hice un bloqueo del isquíatico y le inyecté unas pápulas –inyección
intradérmica- en su espalda, desde la cabeza hasta la región lumbar. Yo usaba
una mezcla de Lidocaína (10 mg/ml) 1 ml + 9 ml de solución salina. Mi paciente
lloró un rato y después se calmó. Yo la acompañé con su hija hasta el automóvil
de ésta última, me despedí de ellas y quedamos en encontrarnos la semana
siguiente.
Llegó el día de
la 2a cita y yo estaba realmente inquieto por saber de mi paciente. Ella llegó
puntual, como todos los suecos, a la hora precisa, la hice entrar en el
consultorio y empezamos a hablar. Había tenido una leve mejoría. Se sentía un
poco mejor, pero no bien. Le expliqué que a veces el efecto es casi
instantáneo, pero que a veces demoraba un poco más. Ellas entiendieron bien la
situación. Le reforzé el tratamiento en la nuca y en unas cicatrices. La
acompañé al automóvil de su hija otra vez y quedamos en vernos la siguiente
semana.
Así seguimos y ya
en la cuarta sesión la paciente llegó caminando sola, no quería que su hija la
apoyara en su caminar. Estaba feliz y quería mostrarme cuán bien se sentía al
poder caminar normalmente. Los dolores habían desaparecido y se movilizaba lentamente
por su edad, pero ella decía sentirse bien. Había desaparecido el dolor de las
piernas y del isquiático y su espaldita estaba erecta, sin dolor.
Nos vimos en dos
ocasiones más y ella se sintió super bien. Un día llegó quejándose de una
infección en la pierna derecha. La examiné. Fue por un golpe que se dió. Se le
había infectado y le hice terapia neural localmente y le receté un antibiótico
porque no me gustaba el aspecto que tenía la herida. La paciente respondió
bien. Desde entonces no la he vuelto a ver.
Desafortunadamente
no pude terminar mi rural en ese pueblo y me tocó buscar en otro lado. Siempre
la recuerdo con mucho cariño. Ella era mi paciente estrella.
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